Los desafíos que afrontan nuestros tribunales (I)

Tomado de: Sergio García Ramírez/

 

Con la hospitalidad de EL UNIVERSAL mencionaré algunas preocupaciones que comparten muchos compatriotas. Las expondré muy brevemente, en un par de artículos. Lo hago con respeto y afecto para los impartidores de justicia que honran su desempeño. Son muchos y se mantienen en pie, pese a todo.
Hablo de desafíos. No son escasos ni menores los que afrontan los jueces de la República. Adquieren mayor dimensión en horas difíciles, si consideramos que la Suprema Corte de Justicia (y todo el aparato jurisdiccional) es el gran contrapeso de las pretensiones autoritarias que prevalecen en otras instancias del poder. Una de éstas ha proclamado su menosprecio por la ley; la otra se alinea con docilidad. Por ello, la nación pone su mirada en la justicia.
1. El mayor desafío para los tribunales es mantener la confianza del pueblo en el Estado de Derecho. Implica asegurar legitimidad, legalidad y racionalidad, en grave riesgo. También, combate a la corrupción. Sobran ejemplos sobre el acoso impuesto a la justicia. Se injuria a sus titulares y se menoscaba su autoridad. Muchos jueces resisten con entereza. Les aguarda un largo y difícil camino, colmado de obstáculos.
2. La justicia requiere juzgadores leales a su misión (y sólo a ella), que resistan las seducciones del poder o la riqueza. Un jurista insigne aseguró: “Los jueces son como los que pertenecen a una orden religiosa. Cada uno de ellos tiene que ser un ejemplo de virtud, si no quiere que los creyentes pierdan la fe”; y agregó: “Tan elevada es en nuestra estimación la misión del juez y tan necesaria la confianza en él, que las debilidades humanas que no se notan o se perdonan en cualquier otro orden de funcionarios públicos, parecen inconcebibles en un magistrado”. Así es.
3. Hace dos siglos, los juzgadores fueron “boca que pronuncia las palabras de la ley”. Ya no es así. Hoy los tribunales —ante todo, el Tribunal Constitucional— contribuyen a la formación del orden jurídico. Concurren a definir el rumbo de la República. Su cimiento se halla en los valores y principios del Estado constitucional. Por eso los adversarios de la justicia pretenden, con fiereza, condicionar el desempeño de los tribunales.
4. Rige el principio de separación de poderes, garantía del Estado de Derecho. Pero hay sectores del poder público —peor aún, personajes de éste— que militan por la subordinación de todos los poderes a uno solo: el poder omnímodo, “aspiracionista”, es decir, con “aspiraciones” dictatoriales. La magistratura resiste. Mantiene a salvo su responsabilidad. Este es un enorme desafío.
5. En el auténtico juez concurren virtudes eminentes: probidad sin fisura, independencia e imparcialidad. Quien no las acredita, a costa de lo que sea, no merece portar la toga. El juez obedece a la ley, pero nunca —jamás— a quien pretende sustituirla por una voluntad imperial. Gran desafío de nuestro tiempo y nuestro medio.
6. El buen juez enfrenta la rudeza del poder, desbordante. Frente a éste debe tutelar los derechos humanos. Es obligación del Estado preservar los derechos fundamentales de todos: no sólo de los amigos o partidarios de una facción, con agravio o injuria para los otros. La Constitución dispone: todas las autoridades están obligadas a respetar y garantizar los derechos humanos. En efecto, lo están, comenzando por la autoridad más elevada, que es la más obligada y también la más omisa. Pero este deber tiene acento especial cuando se trata del juzgador. Confiamos en él más que en otras autoridades para salvar nuestros derechos y libertades. He aquí un enorme desafío.

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